HORNO

EL HORNO
 
 
Hornos de horas, que así se denominaban a los hornos comunales que por riguroso orden eran utilizados por los vecinos para cocer el pan…
Duernas, palas, maseras, cribas y cernederas eran usados una y otra vez por los habitantes del pueblo; el horno nunca se apagaba,  sirviendo también como lugar de reunión de mozos y mozas en las frías noches invernales…
Cuentos, bailes, viejos romances… dichos y zarandajas que se repetían día tras día.
Hogazas, tortas de chicharrones, de moras… el olor del pan recién horneado… de la masa y de la levadura… imágenes y sentidos que ya han desaparecido de nuestra retina…
El edificio del horno es uno de los tres que hasta hace pocas décadas poseía el pueblo. Se construyó en 1924, siendo ampliado 11 años más tarde por la familia de canteros de Braulio García,  de la cercana localidad de Sta. Cruz de Juarros.
 Es de plata cuadrada, con una bóveda  fabricada de ladrillos en forma cónica, apoyada  sobre una plataforma de piedra.
De los denominados “de fuego central”, se colocaba la leña, preferiblemente fina, sobre el suelo del horno, leña que cada vecino conseguía de las “suertes” que  se habían repartido, siendo la de roble, tan abundante en la zona, la más utilizada,  aunque también se aprovechaban las “hilagas” secas para éste menester.
En la parte anterior a la boca del horno se disponían las artesas para trabajar la masa, y un banco para colocarla  ya lista para cocer, así como las palas que habían de tenerse  a mano. Esta boca del horno,  comunica con una chimenea para la salida de humos.
Existe también un espacio para ubicar la leña utilizada para calentar el horno, acción que duraba varios días.
Una vez que el horno había alcanzado una temperatura de unos 200 grados, cuando los ladrillos de la cúpula se tornaban blanquecinos, se limpiaba el interior con un trapo y agua, quedando así preparado para recibir la masa.
 Al ser de uso comunal, una “alcaldesa” elegida anualmente era la encargada de controlar su uso, normalmente cada ocho días. Solía había dos turnos diarios, mañana y tarde, pues el proceso completo desde “cerner” la harina, hasta salir con el pan elaborado duraba unas seis horas. Tenía una capacidad para unas 25 hogazas, aunque previamente se cocían cinco o seis tortas, aprovechándose incluso su calor para asar patatas o sardinas.
 

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