LA ESCUELA
La escuela, como elemento que identifica a un pueblo,
es todo un símbolo. La escuela se identifica con la sabiduría de todos los
tiempos; con la cultura que la conserva y transmite; con los valores que hacen
de los hombres y mujeres, auténticas personas.
El viejo edificio de las escuelas públicas aún nos
recibe con ese carácter imponente desde
el cual muchas generaciones de serranos aprendieron sus primeras letras.
El éxodo rural que desgraciadamente sufren nuestras
localidades hizo que en 1975 se cerrase para siempre la labor docente que en
ella se desarrolló, quedando atrás décadas de aprendizaje y de bonanza,
llegando incluso a tener más de 72 alumnos allá por los años 40.
De nueve de la
mañana a una, y de tres a cinco de la
tarde, los pupilos recibían la formación básica, en verano al frescor que
entraba por los huecos de las numerosas ventanas, y en invierno al calor de la
estufa que alimentaban los propios niños con el tronco que día a día traían
obligatoriamente para su mantenimiento.
Fue como muchas de las escuelas rurales, una escuela
mixta donde incluso los más mayores se encargaban de ayudar en la docencia, y
donde la separación de sexos quedaba
marcada por el simple pasillo que dividía los dobles pupitres.
A media jornada, los estudiantes salían al recreo, y
allí se desgranaban juegos de corro y soga, y otras tantas travesuras que
hacían del pueblo un pueblo vivo.
La construcción del mismo es recia, dominada por la
rojiza piedra de los Juarros. En ella distinguimos varios espacios, ya que
además de la escuela propiamente dicha, tenían vivienda el maestro y el médico.
Así en su interior aún se conservan las cocinas humonas
de las dos casas, no así las cuadras que ocupaban la parte posterior del
edificio y que ahora amplían el espacio del viejo aula.
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